3 de noviembre de 2009

CREEPY.


(PROGRAMA MIL PALABRAS. 3 DE NOVIEMBRE DE 2009)
Hace muy poco, por mi cumpleaños, un amigo me regaló un libro de cómics, que es la adaptación de tres relatos de Edgar Allan Poe. Se trata de El Gato Negro, El Barril de Amontillado y Manuscrito en una Botella. Aparte de estar agradecido con este regalo, me recordó que durante una gran época de mi vida el cómic de terror fue mi género favorito. En gran parte porque se trataba de un género adulto que podía escapar a la posible censura paterna.
El aluvión de terror que nos ha invadido estos días con Halloween para hablar de varias revistas que constituyeron el núcleo de terror en España. Me refiero a Creepy, Rufus, Vampus, Vampirella y Dossier Negro. Aprovecho esta ocasión, de forma oportunista, porque buscando viejas revistas de cómic que guardo, redescubrí un genio que casi había olvidado, se trata de Berni Wrightson.


Creepy (espeluznante) era el nombre de la revista, pero también el del personaje,medio cadáver, medio zombie, que aparecía en la portada y que, a modo de anfitrión, nos iba introduciendo en las ditintas historias. Áquí en españa se le conocía como el tío Rufus o el tío Creepy, y resultaba más simpático que aterrador.
Durante aquella época consiguió lo que solo consiguen los genios, hacerme creer que fuera de su obra, no había nada interesante, ni nada digno de ser leído. Sus obras, muchas de ellas, adaptaciones de obras de E. A. Poe, de H. P. Lovecraft, y, posteriormente, de Stephen King, o tomando argumentos de obras de serie B del cine de terror, eran impactantes por un guión muy elaborado para historias cortas, por una atmósfera y una ambientación sobrecogedoras y por un dibujo muy limpio, de línea clara, que contrastaba con unas historias oscuras.
Toda esta fascinación por el terror comenzó en el cine. Los años 50 dieron a Roger Corman y a su productora, American Internacional Pictures, la oportunidad de crear un subgénero que escapaba al código Hays. Junto con la productora británica Hammer, y las películas de El Cuervo, La Muerte de la Máscara Roja, El Péndulo, consiguieron impactar a una generación. En el mudo de el cómic tuvieron su espejo en la editorial Warren, que empezó a producir pequeñas historias autoconclusivas de 4 ó 5 páginas para ser la historia final de cuadernillos de superhéroes o de historias de guerra de la Marvel. Este formato tuvo mucho éxito y a mediados de los años 60, la Warren inició la publicación de Creepy, que se mantuvo hasta mediados de los años 80.
Los artistas de la Warren se especializaron en el género fantástico y terrorífico. Muchos de los mitos vampíricos, de hombres-lobo, de fantasmas, se iniciaron aquí. Bebieron de las fuentes terroríficas del cine desde los años 40 y de la novela gótica, y pronto derivaron a historias en las que se introducían las grandes preocupaciones de aquella época, los ovnis, los extraterrestres, la era atómica, la hecatombe nuclear. Poco a poco este género se fue transformando y series como Vampirella, permitieron mostrar matices más sensuales, con heroínas con vestidos muy sugerentes, vampiresas con una sexualidad muy marcada, etc., Esto convirtió al cómic de terror en un género más adulto, y también se trasladó al cine, donde ya no solo aparecía la virginal víctima sino en la que de forma muy forzada, al igual que en los cómics, se mostraban desnudos sin venir a cuento.
Llegó un momento en la que con artistas americanos no era posible para la Warren seguir el ritmo de publicaciones mensuales, como Creepy, Eerie y Vampirella, e historias semanales para otros comic-books. Fue el desembarco de los españoles. El editor Joseph Toutain viajó a Estados Unidos para vender y promocionar a los artistas de su agencia Selecciones Ilustradas, el responsable de la Warren lo conoció en New York y se sorprendió de la buena calidad de los trabajos que se les mostraban y el precio tan increíblemente barato del mercado americano.
Los efectos fueron curiosos. Se produjo una españolización de Creepy, y Vampirella se convirtió en un producto español hecho en EE.UU., fruto casi exclusivo de José Ortiz y de Esteban Maroto. Tanto que los americanos escribían a la dirección de Creepy protestando porque Creepy era demasiado español. Por otro lado, Toutain, tras unos años de consolidación de autores españoles, inició la publicación de la Creepy española en 1.979 y fue muy criticada por la gran dependencia de material salido de la Warren y de su americanización. Sin embargo, para muchos autores españoles casi desconocidos aquí, la publicación de estas revistas supuso que se les conociera en España, adonde llegaban ya con la pátina de triunfadores por llegar de USA y que tuvieran cierto reconocimiento editorial.
La Creepy española se vendía como la primera revista de género de terror española. Aunque esto no era cierto del todo, Vampus, Rufus, Vampirella y Dossier Negro eran anteriores, aunque eran meras traducciones y reimpresiones de las revistas americanas. Y además, mucho antes, en los años 50, Inspector Dan había introducido el género de terror en la historieta española. Lo que ocurría es que Toutain sí introdujo material inédito en USA, y creado ex profeso para esta revista. Mezclaba el material de la Warren, con autores noveles y con clásicos, lo que, ya sí de verdad, la convirtió en la primera revista española, en el escalafón, no en el tiempo.
Indistintamente de la edición americana o española, aparecieron autores como el ya mencionado Berni Wrightson, del que destacaría “Feria de Monstruos”, muy influida por la película “Freaks” de Tod Browning; Richard Corben con historias en las que se mezclan el género fantástico, el terror y el suspense con su particular estética; ver por ejemplo “La Caída de la Casa Usher”; José Mª Beá, Beroy,…
Un recuerdo propio unido a estos cómics. Una de las historias que más me impactó en mi infancia fue “Cuadro Completo” de Bruce Jones. Apareció en Dossier Negro y yo lo leí incompleto, porque le faltaba la contraportada. Durante varios años estuve sin conocer el final, hasta que en 1.984 lo encontré en un kiosco. Pude leer su final y nunca sabré si hubiera sido mejor no haberlo leído e imaginarlo durante toda la vida.





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