16 de noviembre de 2009

AIRE FRESCO. WATCHMEN.


(PROGRAMA MIL PALABRAS. 19 DE NOVIEMBRE DE 2009)

A menudo nos encontamos con obras crepusculares de un género artístico ya agotado que han sido concebidas para cerrar ese capítulo y, sin quererlo, se convierten en la obra de referencia. Es posible que en la obra se encuentren todos los tópicos por los que se distingue a ese determinado género, pero que se trate de obras excepcionales. ¿Qué son si no "El jinete pálido", "Espartaco" o "Ran"? Con Watchmen ocurre esto. De repente, una obra publicada en un periodo de estancamiento de los superhéroes consigue alterar los fundamentos del género, fundir todos los tópicos y convertirse en una obra, ya no excepcional, sino maestra. Entre las obras fundamentales del noveno arte; entre las diez primeras, sin aclarar el puesto porque dependerá de muchos gustos personales.



¿Por qué afirmo esto? Es, desde luego, una afirmación arriesgada. Ha de tenerse en cuenta que quien lo dice no puede acreditar por el cómic nada más que una gran afición y que lo que sabe o de lo que habla lo hace por conocimiento empírico obtenido a base de leer todo lo posible. Ninguna formación reglada al respecto. Pero sé que no equivoco, porque cada nueva lectura de Watchmen proporciona una mayor profundidad a la obra y porque es necesario prestar este libro para que, al devolvernóslo, sepamos si quien dice haberlo leído, lo ha hecho, y si lo ha hecho, si lo ha leído bien, y si lo ha comprendido.


Watchmen debe leerse. Sé que muchos lectores dicen preferir el cómic europeo, más cercano y más humanizado, y que, por eso, los superhéroes deben quedar para los niños. Se equivocan porque esta historia no es el cómic marvel o dc al uso. Se trata de algo más.


En España se reedita ahora como libro, y tiene la apariencia de una novela gráfica, más las primeras publicaciones de Watchmen son las de una serie limitada de 12 episodios. Así que esta obra que se considera una de las obras cumbres del cómic y de la novela gráfica, no se puede considerar una obra concebida solo como una novela sino como una serie, pero tampoco como una serie corriente, sino una serie cerrada, cíclica, recurrente y con un sentido único determinado desde el propio momento de su concepción. Algo así como lo que ocurrió con los primeros LP´s conceptuales de Sargeant´s Pepper de The Beatles y Pet Sounds de The Beach Boys.
Pero no es esto que hace de Watchmen un referente. Imagine todas las familias de superhéroes posibles, sus coaliciones, sus apariciones en otras series, sus enemigos, la evolución de su personalidad; imagine, además, una profundidad humana detrás de cada uno de estos personajes; y, por si fuera poco, imagine que ese clima de crísis permanente, miedo nuclear, miedo a la guerra, hubiera existido sin el Watergate y que Richard Nixon fuera el presidente de los EE.UU. La verdad es que ese cóctel en mis manos podría no llevar a nada, pero entre Alan Moore y Dave Gibbons completaron esta obra maestra.



Hablo de las distintas especies de superhéroes, porque desde los años 30 a los 80, aparecieron superhéroes que eran hombres enmascarados, otros que tenían superpoderes por sufrir mutaciones, otros que tenían cierto poder mítico o mitológico, otros que eran simples soldados, ... todas esa familias están aquí y su unión no chirría.


La depresión, la crísis de identidad de los personajes, la sensación de fracaso, las cuestiones interiores de cada uno de los superhéroes, que habían sido esbozadas en otras series. Personajes como los X-men, Spiderman, Batman, presentaban cierta lucha interior, no exenta de una dósis de "psicología barata". Aquí el diálogo interior es más profundo, hay personajes que sienten que han fracasado en su vida post-superhéroe, a los que llevar una existencia más anodina les resta el sentido de su vida, otros que ienten que se deben a un destino superior o que tienen que preservar los valores de una sociedad que ya ha desaparecido, y otros que, desde su condición de superhéroes, miran al resto de los humanos como simples espectadores.


La lucha entre el bien y el mal, tan maniquea en los cómics americanos, tan centrada en el equilibrio entre superhéroe y supervillano, al fin al cabo, tan infantil, deja de serlo. A la lucha interior de los personajes se unen las bajas pasiones, el sexo, el dinero, la locura, la pasión por hacer mal,... Los superhéroes se hacen adultos.


Hace poco se llevó al cine, Alan Moore, sin ni siquiera verla, renegó de la cinta. ¿Por qué? Watchmen fue concebida como una obra coral, en cuanto a personajes, y en cuanto a la técnica. Están planificadas viñetas, diálogos, textos insertos, obras que aparecen (cómic dentro del cómic), simetrías, autoreferencias, .... El autor entiende que eso no es posible plasmarlo en una película. Todos los efectos especiales del mundo valieron para contentar al dibujante Dave Gibbons, pero para nada más. Quizás Pixar, con Los Increíbles, captara un poco más el sentido de la vida humana de los superhéroes, aunque en una versión edulcorada y muy levemente basad en la idea de la pérdida de la identidad de superhéroe.


Para acabar, un consejo, hay que leer Watchmen, varias veces. Cada vez que se lee, se descubren nuevas cosas, tanto en el dibujo como en la historia. Es como cualquier obra maestra imprescindible. Como cualquier obra de arte, prescindible. Porque nuestra supervivencia no depende de leerla o no, pero sí que aportará a nuestra vida un rato de disfrute o de desazón, y quizás un matiz nuevo con el que vivirla.


Watchmen: ¿quis custodiet ipsos custodes?

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