24 de febrero de 2010

EPILEPSIA. CATARSIS.

(Sobre el álbum de David B. Epilepsia. El Ascenso del Gran Mal. David B., David Beauchard es un autor francés, de dibujo poco convencional, al que su profesor Pichard, describió como un dibujo triste, un dibujo que no se sabe por qué provoca una sensación de tristeza en el lector. Ha publicado comics desde 1.985, y fundado la editorial independiente L´Association . Su trabajo más reconocido para los críticos es la obra que nos ocupa, publicada en Francia en seis volúmenes de 1.996 a 2.003, y recopilada como Epilepsia. El Ascenso del Gran Mal en un solo tomo con prólogo y epílogo de su hermana. De corte autobiográfico y posiblemente psicoanalítico, con tono crudo y con recuerdos muy exactos construye una obra que atrapa al lector y lo zarandea. Y descubre, a través de su experiencia, las tristes vivencias a la que se ven abocadas las familias a las que llega la enfermedad. Entronca con otras obras como Maüs ó Persépolis, de las que se distancia en el tratamiento de los recuerdos. A pesar de que la tragedia es meramente familiar, consigue un efecto mayor en el lector por la viveza de las situaciones y por la visión entre poética y neurótica de David B. Una obra cumbre. No apta para personas con estados anímicos alterados.)

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Tras diez o veinte años se vuelve a la casa familiar. No se ha perdido, o no se cree haber perdido la confianza con los hermanos, así que la intimidad del cuarto de baño se quebranta con la aparición del hermano. El hermano es en realidad un desconocido, una sombra del pasado. La casa de los padres ya no es el hogar propio. Lo que antes era nuevo y reluciente, amplio, hermoso y luego cotidiano, es una sucesión de espacios fríos y vacíos de sentido, si acaso, un leve recuerdo de un pasado remoto.

El hermano es un monstruo. Ha arruinado tu vida. Ha arruinado la vida familiar. Os ha convertido a tu hermana y a ti en dos seres tristes, asociales, traumatizados. Tus padres han vivido en una loca sucesión de modas psicológicas, pseudorreligiosas, de mil extraterrestres y mil rosacruces. Han visto la esperanza, han sido engañados, han querido creer en lo que no querían creer.

Y llegan los recuerdos. Sobre un fondo negro, recuerdos, recuerdos, recuerdos. De la infancia, de los chamanes, de un París roto, de fantasmas, de búhos. Y sobre ese fondo negro, los recuerdos bailan, colapsan el espacio, la viñeta, el diálogo, colapsan al lector y colapsan los corazones.

Y la catarsis. Gracias al lector, gracias a la escritura, gracias a la complaciente mirada de madre y hermana. Y mejor que gracias al lector, a costa del lector, a costa de que el lector deje un pedazo de vida en la lectura, en la desgarradora lectura que atrapa y engancha. Que hiere y daña.

Y la catarsis.

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